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Aplicaciones de cita

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Cuando quieres conocer mujeres en tu lugar de origen, antes de instalar Tinder, siempre está esa inquietud que puede ser leve o tormentosa, de que alguna vecina conocida te vea. Incluso, puede hasta terminar mal, si tu jefa del trabajo hace match contigo y luego tú le hablas de manera que a ella no le acomoda. Sobre todo en Occidente, con esto del feminismo, podrías ser hasta denunciado por maltrato psicológico. Y no estoy caricaturizando ni exagerando esto ya ha sucedido no pocas veces.

Al llegar a Asia, es una de las primeras ideas que te viene a la cabeza. Y luego de instalar la App y sus configuraciones correspondientes, comienzas a deslizar hacia la derecha. Mientras más asiática, más a la derecha deslizas su foto. Hasta que en algún momento, la aplicación te indica que ya tienes tu primer match y luego viene el segundo y de ahí, ya no paras hasta que se te acaban los créditos gratuitos. Prefiero no forzar las cosas, por lo que al acabar mis créditos, me olvido de la App hasta el día siguiente y así puedes pasar el rato hasta que ya comienzas a conversar con tus nuevas amistades virtuales y planificar un encuentro.

La diferencia entre las mujeres occidentales y las asiáticas son inmensas. Son dos culturas total y absolutamente diferentes. Mientras que la occidental tiene en mente el exitismo, la competencia desde el primer momento o validar su posición frente al resto, sorda a las opiniones ajenas, preocupada de mostrar el culo y las tetas más grandes; de este otro lado del mundo, las mujeres de rostros hermosos y ojos almendrados, buscan un compañero, no el slogan del partner, quieren a un hombre para conocerlo, para atenderlo, para agradarle, pero también para que la seduzca, para que la proteja, para que la consienta, a veces simplemente para escucharla y reírle sus gracias. Las asiáticas son muy chistosas. Además, tienen opinión propia, pero no interfiere con la comunicación del resto. Podemos dialogar. Hay ideas de ida y de regreso, sin complejos, pero con mucho respeto por la palabra del otro, aún cuando no esté de acuerdo. Y eso convierte a la mujer oriental, en una mujer superior.

Tailandia es sólo uno de los tantos países recorridos. Las experiencias son algo parecidas en Japón, China, Vietnam, Laos, Camboya, Filipinas y Malasia. Salvo estos dos últimos, en todos los demás países existe una especie de epidemia de soledad femenina. Quizás a los hombres asiáticos les sucede algo parecido, pero mi experiencia fue con las féminas, en donde me tocó conocer mujeres muy jóvenes y también otras de más de 35 años, algunas aún vírgenes, que no sabían ni cómo dar un beso o cuando querías viajar al monte de Venus, parecía una zona de guerra olvidada, llena de vellos esparcidos sin control alguno. En más de una ocasión la ropa íntima me recordaba a los viejos y enormes calzones que colgaba mi abuelita (que en paz descanse) en el patio. Sin embargo, hay matices.

Ocupé más de 10 aplicaciones y sitios web diferentes para conocer tailandesas. Entre ellas: Bumble, ThaiDating y AsianDating. Todas bastante confiables. Y si no estás seguro, puedes preguntar a la otra persona si es mujer o no. Te dirán la verdad. También usé redes sociales, pero la comunicación no era tan fluida.

Nunca pagué por ninguna plataforma. Aunque no me auspician, Tinder fue la mejor experiencia gratuita, porque tienes más control sobre la conversación y te van cayendo match con bastante más frecuencia que en Occidente. También me tocó conocer algunas mujeres más coquetas y otras totalmente desinhibidas invitándote a gozar, enviándote fotos y videos desde saluditos tiernos, bailes o hasta expresiones sexuales profundas. Bien profundas.